¿Y si nos oponemos a la tecnología?

 

La tecnología, la ciencia y la información no son una fuerza exógena sobre la que carecemos control, pero como señalamos al comienzo de este libro, intentar detener el avance de la tecnología es una tarea inútil, sino utópica. ¿Conocemos el caso de algún país o empresa que haya prosperado y obtenido grandes beneficios o ganancias utilizando tecnología vieja? Lo dudo.

 

Así y todo, lo que sí sobran son ejemplos de trabajadores y políticos que se opusieron a nuevas tecnologías cuando vieron amenazada la continuidad de distintos puestos de trabajo.

 

La única alternativa, según muchos especialistas en el tema, es el re-entrenamiento constante de la fuerza laboralmente activa, ya que si esta se encuentra preparada para lo que vendrá, la clase trabajadora no temerá perder sus trabajados, sino que realmente podrán lograr una transición en la que trabajen codo a codo con las máquinas, sea en el mismo sector o en otro. Así y todo, para que esto sea posible, varios planetas deben alinearse. Los planetas a alinearse son aquellos llamados: Empresas, Gobiernos y Sindicatos. El problema no es ninguno de estos tres actores en particular, sino las visiones de sus líderes. Allí, una visión de desarrollo enmarcada en los estándares ESG (Environmental, Society and Governance, en español Ambiente, Sociedad y Gobierno) se convierte en algo crucial. Atentar contra los sindicatos jamás será la solución, ya que para empezar, sin ellos, no existirían los derechos que hoy tiene la clase trabajadora.

 

Si el re-entrenamiento no es constante, cuando un empleado mayor de 50 años se convierta en desempleado, su estado de desconcierto será absoluto. Esto no es una fábula, sino que es algo que sucede en Estados Unidos, y en Argentina también, mientras tanto, en los países escandinavos los trabajadores suelen gozar de un entrenamiento constante que los mantiene óptimos para el mercado laboral a lo largo de su vida. El entrenamiento constante se ha vuelto un requisito sumamente valioso en la carrera de los trabajadores, y así lo señaló Jeff Maggioncalda, fundador de Coursera, en su participación en el Foro Económico Mundial de Davos del 2022, al sostener que mientras las habilidades laborales antes nos servían por 15 años, ahora solo lo hacen por 5 años. Las habilidades laborales son las que mantienen al trabajador competitivo, y por ende lo que garantiza que pueda ganar su salario. Hoy la mayor habilidad a desarrollar es aprender a aprender y por eso, pensando ya en el acceso a internet como un derecho humano, deberíamos empezar a discutir la gratuidad de acceso a determinadas plataformas de educación online, de enciclopedias o de investigación. ¿Se van a destruir trabajos? Al por mayor, pero el problema no es eliminar puestos de trabajo ya que eso es una constante en nuestra historia, el problema es si estamos trabajando para que cuando eso suceda se hayan generado las condiciones necesarias para que se generen otros, recordando una vez más que actualmente los economías más grandes del mundo con mayor densidad de robots por trabajador, son justamente las que menos desempleo presentan, como vimos con los casos de Corea del Sur o Alemania, ambas con un 3.5 %[207].

 

Así como en la década de los 80 Margaret Thatcher abrazó una agenda neoliberal en Inglaterra, Ronald Reagan hizo lo mismo con los Estados Unidos. Esta agenda no tenía lugar para inversiones en los campos de la educación y el poder de los gremios fue visto como una amenaza para el desarrollo económico. Así, de a poco, el poder de los gremios fue dejado de lado, a la vez que se promovió la economía de mercado, con menos impuestos a las grandes riquezas ya que ello era visto como un factor limitante hacia el crecimiento económico. Esta fórmula fue velozmente adoptada por muchos otros países del mundo, pero los países escandinavos mantuvieron, en mayor medida, sus pilares básicos en orden. Si bien en los ojos de Thatcher y Reagan, estas medidas, liberarían fondos que generarían un efecto derrame en sus economías, esto privó a las arcas nacionales de los fondos necesarios para servicios públicos como la educación y la salud. Tras casi tres décadas de predominio, con el colapso económico del 2008, los días de las políticas neoliberales llegaron finalmente a su fin.

 

Es curioso que dejando de lado la crisis desatada por el covid-19, si podríamos volver el tiempo a noviembre del 2020, podríamos afirmar que, como sociedad global, nunca estuvimos tan bien como en ese entonces. En comparación con generaciones anteriores, vivimos vidas largas más sanas, más niños y niñas van a la escuela, y muchos llegan a ir la universidad, al mismo tiempo, las computadoras y los celulares nos conectan con el mundo entero a un precio cada vez menor y con prestaciones cada vez más potentes. Así y todo, si bien parece que vivimos en la abundancia, cada vez hay más reclamos contra la inequidad e insostenibilidad del sistema.

 

Muchas empresas de internet ofrecen sus servicios gratuitamente a sus usuarios, por lo que no hay impuestos que le apliquen a sus productos o servicios en sí. Incluso, aunque muchas de ellas operan en una larga lista de países, al tener sus casas matrices en Estados Unidos o China, pero pasar toda su operación financiera por paraísos fiscales, muchos países se encuentran ante un gran problema a la hora de intentar grabar las operaciones de estas empresas dentro de sus fronteras cuando sus productos o servicios son meramente digitales. Incluso, las empresas que venden productos físicos encontraron distintas formas de evitar pagar impuestos. Un caso de esto es Nike. La empresa de la pipa tiene registrada una sede en Países Bajos que se hace cargo de las operaciones de Europa, el Medio Oriente y África, haciéndose cargo desde allí de sus costos operativos, del pago a proveedores, empleados y demás operaciones. Sin embargo, luego de vender sus productos, y cumplir con estos gastos, Nike no procede a pagar impuestos directamente como una empresa regular, sino que cuando llega a este punto está sumida en deuda. Esto es así porque Nike registró una empresa en las Islas Bermudas, y por esas casualidades de la vida, al menos hasta el 2014, esta entidad poseía los derechos de uso de la imagen de la famosa pipa de su logo. Entonces, en vez de pagar sus impuestos corporativos en Países Bajos o donde sea, Nike acusa que primero debe pagar por el derecho de uso de su propio logo a su sede de las Islas Bermudas[208]. Una vez allí, Nike paga impuestos extremadamente bajos al tratarse de un paraíso fiscal y así logra retener la mayor parte de sus ganancias. ¿Es esto justo? Independientemente de lo que pensemos, Nike encontró la forma de crear su propio laberinto de manera legal.

 

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[207] Williams, W. (2022). The Highest and Lowest Unemployment Rates in the World. Investopedia. Visto el 19 de febrero del 2023, https://www.investopedia.com/articles/personal-finance/062315/unemployment-rates-country.asp.

[208] Hopkins, N., & Bowers, S. (2017). Revealed: how Nike stays one step ahead of the taxman. The Guardian. Visto el 15 de junio del 2021, en https://www.theguardian.com/news/2017/nov/06/nike-tax-paradise-papers.