Desde el Acuerdo de Bretton Woods en 1944, que dio lugar a la creación del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, hemos medido la evolución y la salud de nuestras economías en base a su Producto Bruto Interno. Esta unidad de medida suele ser representada de la siguiente manera:
PBI= consumo + inversión + gasto público + exportaciones – importaciones
Su ideólogo, Simon Kuznets, se encargó de dejar en claro que esta herramienta no era óptima. El bienestar de una nación no puede ser percibido solo a través de su ingreso nacional. De hecho, los datos considerados por Kuznets en sus primeros estudios, respondían justamente al período de posguerra, que más allá de haber experimentado un boom a nivel económico, el punto de partida no era normal.
La importancia que la sociedad, como un todo, le da al PBI es conocida. Cuando éste cae, los gobiernos proceden a tomar decisiones que frenen la caída y apuntalen su crecimiento. Lamentablemente, esta unidad de medida, no considera el uso de los recursos naturales, la contaminación, ni la distribución de la riqueza generada. No mide el bienestar de una sociedad. Esta unidad de medida, en caso de ser actualizada, o la unidad que la reemplace en el futuro, también debe reflejar el valor creado por la economía digital, junto al valor creado por los trabajos no remunerados, así como la concentración de la riqueza, su distribución geográfica y nuestra relación con el ambiente.
Hoy la inequidad dentro de los países se ha acelerado y esto no es tomado en cuenta por la ecuación. Si bien la distribución de ingresos ha mejorado a nivel global, dentro de las fronteras nacionales esto se ha ido deteriorando a lo largo de las últimas tres décadas y los estudios que lo abordan y demuestran, sobran en cantidad y calidad. Por su parte, el reconocido economista francés, Thomas Piketty, ha demostrado muy bien en su libro “El capital en el siglo XXI”, cómo ha evolucionado la proporción de ingresos percibidos por el 10% más rico de la sociedad. La información recolectada muestra que en la década de los setenta, el 10% más rico de Estados Unidos, percibía un tercio del ingreso nacional, mientras que en el 2010, este grupo acaparó prácticamente 50% de dicho ingreso. Esto quiere decir que el 90% restante de la sociedad, solo tuvo para dividirse entre sí, el restante 50% de la torta. Si eso ya te llama la atención, te invito a que respires hondo antes de leer el siguiente dato. ¿Qué ocurre con el 1% más rico? Según los informes del World Inequality Report[201], entre 1971 y el 2015, sus ingresos lograron más que duplicarse. Pasado a limpio, esto quiere decir que, en este último tiempo, casi el 19% del ingreso nacional de los Estados Unidos, fue a los bolsillos del 1% de la sociedad[202]. Con estos números en la mano, no llama la atención el surgir del movimiento Occupy Wall Street en 2011. La inequidad no es igual en todos los países del mundo, pero números similares a estos se pueden ver en distintas coordenadas geográficas. Sin embargo, en zonas con mejores sistemas redistributivos, como en los países de Europa, el 10% más rico solo se lleva el 37% de los ingresos. Así como vimos el surgir del movimiento Occupy Wall Street, no tengo dudas de que en pocos años veremos movimientos anti-automatización liderados por propuestas nacionalistas fuertemente opuestas a la globalización y al cambio de paradigma tecnológico que hoy nos interpela.
[201] World Inequality Report. (2018). World Inequality Databesa. Visto el 18 de diciembre del 2021, en https://wir2018.wid.world.
[202] Chancel, L. (2019). The elephant curve of global inequality and growth. International Monetary Fund. Visto el 28 de mayo del 2023, en https://www.imf.org/-/media/Files/Conferences/2018/6th-stats-forum/presentations/session-1-lucas-chancel-the-elephant-curve-of-global-inequality-and-growth-presentation.ashx.