Intentar prevenir las pérdidas laborales con burocracia es una estrategia inviable. No intentemos enmarcar este problema en la discusión típica de las democracias latinoamericanas respecto a gobiernos de derecha e izquierda. No es cuestión de que lo frene un gobierno de izquierda y luego lo permita un gobierno de derecha cuando asuma las riendas del poder. Detener con trabas legales la adopción tecnológica significa también quedarnos sin los efectos positivos que la misma acarrea; es por ello que no debemos preocuparnos, sino ocuparnos.
Mientras los países que más han avanzado en el mundo, se dedicaron en algún momento a resolver sus problemas estructurales, lo cual nadie dijo que sea fácil ni rápido, Argentina se ve atravesada por una historia en la que los problemas se patean para adelante. Nadie quiere pagar los platos rotos, sin embargo constantemente vemos cómo la sociedad en general se empobrece, y cómo en los ciclos de alza no se adoptan medidas contracíclicas para prevenir un futuro contratiempo. Temo que volvamos a cometer el mismo error. Como dice Richard Koch (1997) en su libro sobre la famosa regla[176] del 80/20, “El hombre sensato se adapta al mundo. El hombre insensato insiste en intentar que el mundo se adapte a él. Por lo tanto, todo el progreso depende de hombres insensatos”.
Supongamos que el resto de los países del sistema internacional, o al menos aquellos con los que competimos directamente, abrazan la tecnología venidera. Bajarán sus costos, aumentarán su producción y los mercados internacionales probablemente se inclinen a comprarle sus productos o servicios a estos países por ese famoso factor común, que en la sociedad actual lo controla todo: los precios. O como ya es costumbre decir desde 1992 cuando James Carville, estratega de la campaña presidencial de Bill Clinton, inmortalizó la frase “es la economía, estúpido”.
Esto nos posicionará en una gran encrucijada porque parece ser que si optamos por preservar los puestos de trabajo existentes, vamos a perder competitividad, lo cual va a generar que las empresas quiebren o se muden a otros países, eliminando así los puestos laborales que intentamos proteger en primer lugar. Por el contrario, si abrazamos esta tecnología, también vamos a ver a trabajadores desplazados, en menor medida, aunque el país podrá participar del mercado internacional y así generar divisas. A los amantes del legado comunista me gustaría preguntarles ¿cómo se inicia una revolución de trabajadores si no tenemos una clase trabajadora en primer lugar? Después de todo, nada se construye para siempre, ni siquiera los sistemas sociales. Pronto la bandera de la “explotación”, será reemplazada, como dijo Harari[177], por la bandera de la “irrelevancia”, que creo es mucho peor por todo lo que ello significa. En la primera, el humano trabajador daba cuenta de su valor, según el marxismo de forma explotada, mientras según el liberalismo sería a través de un intercambio de servicios. Sin embargo, en el segundo caso, en el de la irrelevancia, el trabajador deja de poseer dicho título o aptitud porque ya no es una parte necesaria de la cadena de valor. La única forma de cambiar esto es con un cambio sistémico. No puedo olvidarme entonces de incluir la premonitora frase de Warren Bennis[178], que una vez dijo:
La fábrica del futuro tendrá solo dos empleados, un hombre y un perro. El hombre estará allí para alimentar al perro. El perro para cuidar que el hombre no toque los equipos.
Pese a la baja en los costos de bienes y servicios, la economía mundial podría reducirse sin la existencia de consumidores capaces y dispuestos a comprar lo que el mercado produce. ¿A quién vamos a venderle los productos si el desempleo escala por las nubes? ¿Cuál será el efecto si se reduce el poder adquisitivo de aquellos que aún conservan sus empleos? El riesgo de que caigamos en una espiral descendente, en la cual unos pocos posean un alto poder adquisitivo, no solo es una amenaza del futuro, sino que es algo que ya estamos viendo en la medida que la desigualdad dentro de los países aumenta. Varios economistas del Fondo Monetario Internacional, sostienen en un trabajo publicado por el organismo, que la automatización es evidentemente buena para el crecimiento económico, pero muy mala para la equidad entre las personas[179].
Necesitamos soluciones pragmáticas y no más teorías especulativas sobre cómo funcionan las cosas. Este es el siglo de la ciencia y los datos. Ni la historia es lineal, ni podemos confundir una foto con el desenlace de la película. La única certeza que tenemos es que humanos necesitamos y necesitaremos comida en nuestras mesas, pero con ello solo no alcanza.
Si pateamos el problema para más adelante, no tengo dudas que el día que finalmente decidamos abordarlo va a ser muy tarde y los costos materiales y humanos de este evento serán críticos. Si nos preparamos con tiempo y abrazamos el cambio, que queramos o no, igual va a llegar, sin lugar a dudas vamos a estar mejor parados de cara al resto del mundo cuando nos toque enfrentarnos a ello. ¡Pero cuidado! Esto no va a suceder de la noche a la mañana y eso quiere decir que no va a pasar en una fecha o un año exacto, sino que es un proceso y ello lleva tiempo, justo lo que necesitamos.
Ni el coronavirus llegó a todos los países el mismo día, ni todos los países reaccionaron de la misma forma ante la pandemia, por lo que hoy podemos ver resultados distintos a lo largo y ancho del planeta. En este sentido, la revolución de la AI va a ser similar. No va a golpear a todos por igual. Algunos países la van a saber sobrellevar de mejor manera, y mientras algunas industrias caerán, otras verán ganancias exorbitantes. Sin lugar a dudas me gustaría que esas empresas sean argentinas y que generen mucha demanda de trabajo calificado, aquí en casa, aunque por cuestiones propias de la globalización y la digitalización damos por sentado que no todos los puestos se crearán puertas adentro, y eso está perfecto ya que es lo que le aporta escalabilidad a los proyectos al mismo tiempo que ayuda a buscar nuevas visiones y contratar los mejores recursos humanos sin importar su ubicación física. Así y todo, nada de eso va a pasar aquí si como país no comenzamos a prepararnos de forma inmediata. Eso significa mayor acceso a una educación pública de calidad e incentivos para aquellos que generan trabajo privado. Incentivos. No trabas. Si tenemos en cuenta los resultados de las evaluaciones PISA, que en Argentina ponen en tela de juicio el nivel de educación alcanzado por nuestros jóvenes en su formación primaria y secundaria, sumado a los niveles de malnutrición infantil, que dificultan el completo desarrollo de las capacidades cognitivas de las nuevas generaciones, podemos ver que el punto de partida no es ideal. Es más, el problema no termina ahí, porque debido a la, constante y alta, tasa de inflación nacional que socava el poder de compra y ahorro de los trabajadores argentinos, el país ha comenzado a sufrir una fuga de cerebros sin precedentes, aunque no es un fenómeno único a nivel local. La fuga de cerebros es real, y si bien sus causas son múltiples, no podemos negar la importancia del factor económico en la ecuación. Esto es importante por dos cosas. Para empezar, el factor económico no es solo el salario percibido por el trabajador, sino que hay al menos dos aristas más según señaló Najla Bouden en su exposición sobre el futuro del trabajo en la reunión anual de Davos del 2022. En primer lugar, la sociedad invirtió recursos en formar a ese profesional. En segundo lugar, su partida también lastima a la economía local al privar a las pequeñas y medianas empresas locales, incluso a los grandes conglomerados, de poder disponer de mano de obra local altamente capacitada. Dicho esto, la libre movilidad es un derecho de todas las personas, y seguro irán a donde encuentren su mejor porvenir, así que después no nos extrañemos cuando dejen de surgir unicornios locales y consumamos mayoritariamente servicios extranjeros.
Sin embargo, el punto de partida no me asusta. Lo que puede asustar son los diagnósticos y las prioridades de los gobernantes. Si el diagnóstico es malo, no habrá receta que sirva. Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico del año 2017 señala que el 19% de los y las argentinas de entre 25 y 34 años cuentan con un título universitario[180]. Contamos con educación universitaria pública y gratuita, pero nos encontramos por debajo de la mayoría de los países de la región en relación a la cantidad de gente joven graduada. Estos números no extrañan cuando consideramos los hechos señalados en el párrafo anterior respecto al presente de nuestro país. Sin embargo, me parece que este debería ser uno de los pilares fundamentales para el desarrollo del país, gobierne quien gobierne; sin dejar de lado, claro, los sistemas de educación informal, hoy en auge, y con resultados prometedores que a muchos hacen dudar la necesidad de asistir a una universidad. Me parece fundamental abrazar todas las herramientas que tengamos a nuestro alcance, públicas, privadas, formales e informales. Después de todo, no solo es deber de cada generación construir las bases para que la siguiente tenga un futuro mejor, sino que al lograr eso también nos garantizamos que esa generación se encargue mejor de nosotros el día de mañana cuando seamos mayores. Hoy el mercado disrumpe carreras de forma acelerada y mientras el sistema formal se toma su tiempo para analizar, aprobar y ejecutar cambios, los actores privados que entienden el cambio primero, lo impulsan.
[176] Koch, R. (1999). The 80/20 Principle: The Secret to Achieving More with Less.
[177] Harari, Y. N. (2017). The rise of the useless class. TED.com. Visto el 15 de mayo del 2021, en https://ideas.ted.com/the-rise-of-the-useless-class.
[178] Bennis, Warren G. (1989). On becoming a leader. Reading, Mass. :Addison-Wesley Pub. Co.
[179] Berg, A., Buffie, E., &Zanna, L. (2018). Should we fear the robot revolution? (the correct answer is Yes). International Monetary Fund. Visto el 16 de junio del 2021, en https://www.imf.org/en/Publications/WP/Issues/2018/05/21/Should-We-Fear-the-Robot-Revolution-The-Correct-Answer-is-Yes-44923.
[180] Universidad de Buenos Aires. UBA. (2017). Visto el 16 de mayo del 2021, en https://www.uba.ar/noticiasuba/nota.php?id=18450.