Cada vez que un descubrimiento de magnitud llega al mundo, el centro de gravedad vira muy drásticamente desde la élite de investigadores que dieron con tal hallazgo, hacía expertos de todo el mundo que buscarán cómo implementar estos avances en la resolución de distintos tipos de problemas. Los expertos cuentan esta vez con una ventaja más, y es el rápido acceso a la nueva información. Por el contrario de la Revolución Industrial, cuando las invenciones no superaban rápidamente los bordes del país de origen, los investigadores de AI suelen compartir velozmente sus descubrimientos ya que es probable que haya más gente trabajando el mismo tema. Esta competencia sana de la comunidad científica nos beneficia a todos.
El 12 de octubre del 2016, la administración del entonces presidente Barack Obama, publicó un plan a largo plazo sobre cómo encarar los desafíos acarreados por el desarrollo de la AI. Para ello, proponía aumentar los fondos para investigación e incrementar la cooperación civil-militar. Lamentablemente para Estados Unidos, cuando el ex presidente Donald Trump asumió el poder, propuso recortar los fondos destinados a la investigación de AI en la Fundación Nacional de Ciencia[150].
Por su parte, el plan de China fue elaborado en los más altos rangos de su gobierno central y ejecutado al pie de la letra por las autoridades locales que no dudaron en intentar posicionar sus ciudades como centros de desarrollo para la AI y otras tecnologías, ofreciendo capital a los innovadores, siendo los primeros en comprar el producto de una start up local y plagando el lugar de incubadoras tecnológicas.
En este sentido, la burocracia misma de un gobierno, impide en el caso de Estados Unidos, que se dirijan más millones de dólares en inversión y subsidios al desarrollo de AI, por la incapacidad de aceptar que algo de ello termine en el tacho de la basura. Sí, va a haber empresas que van a quebrar y vivos que van a querer sacar su propia tajada, lo cual abordaremos más adelante. También habrá empresas que serán absorbidas por otras. También habrá incubadoras y aceleradoras con muchos recursos disponibles sin encontrar qué hacer con su capital, y también podría haber dormitorios vacíos en los campus universitarios y equipo tecnológico comprado a una de estas empresas que raramente será utilizado por el gobierno que lo adquiera. Todo eso puede suceder.
Los funcionarios públicos en occidente no están acostumbrados a exponerse a este tipo de riesgo, mientras que para las autoridades chinas esto es un precio justo a pagar si quieren usar la fuerza bruta, como sinónimo de la tecnología empleada por Blue Deep de IBM contra Kasparov[151], para mejorar la economía local y su tecnología, cambiando las reglas del sistema e inyectándole tanto dinero e información como si se tratase de anabólicos. La sola idea de utilizar fondos gubernamentales para invertir en mejoras tecnológicas es un negocio arriesgado para los políticos de Occidente. Mientras los casos de éxito son habitualmente ignorados o minimizados, cada fallo se transforma en una cuestión de Estado donde alguna cabeza debe rodar.
Otra profunda diferencia se da al analizar las dinámicas o estrategias de las companías de estos dos países. A esta altura, estamos acostumbrados a ver compañías norteamericanas que se lanzan a conquistar el mercado mundial con sus productos y servicios, con una baja tolerancia a la competencia y la pretensión de destruirla.
Las empresas chinas, por su lado, aplican en la práctica una técnica distinta a la de sus rivales de Occidente. En vez de intentar conquistar todos los mercados con sus productos o servicios, como hacen Facebook, Amazon, Google o Uber, las empresas chinas apuntan a integrarse a startups locales de cada región y mantener dichas marcas, junto a sus soluciones apuntadas a ese público en particular, en vez de intentar generar un único modelo de usuario alrededor del mundo. De esta forma es que la empresa de movilidad Didi, forzó la salida de Uber de China. Luego Didi invirtió en Lyft, la alternativa a Uber en Estados Unidos, haciendo lo mismo con Taxi en Brasil u Ola en India, formando así una alianza global anti-Uber, y proveyendo un modelo construido con bases de cooperación y no de destrucción y conquista. Las disrupciones tecnológicas van a alterar el orden político y económico de todos los países y esto impactará en cómo estos abrazan o abandonan la idea de la globalización digital.
[150] Lauterbach, A & Bonime-Blanc, A. (2018). The Artificial Intelligence Imperative: A Practical Roadmap for Business. ABC-CLIO. p. 101.
[151] Press, G. (2018). The Brute Force Of IBM Deep Blue And Google DeepMind. Forbes. Visto el 5 de febrero del 2023, en https://www.forbes.com/sites/gilpress/2018/02/07/the-brute-force-of-deep-blue-and-deep-learning.