El marcado y sostenido crecimiento de la economía china en las últimas décadas no fue azaroso ni aleatorio, pero tampoco fue responsabilidad exclusiva de su gobierno central. Miles de emprendedores guiados por la lógica del mercado, desarrollaron aplicaciones innovadoras, en ciudades más que sobrepobladas, con mucha pobreza alrededor y un gobierno central dispuesto a invertir y esponsorear este cambio cultural. Todo ello ayudó a generar las condiciones necesarias para ese perfecto cocktail que desencadenó una era dorada para el gigante asiático, tal como ha señalado el Dr. Kai-Fu Lee en su libro respecto a AI.
No bastó con emprendedores con mucha información disponible. Se necesitaron programadores y programadoras, ingenieros e ingenieras, capacitados en cada tema, y eso no hubiera sido posible sin el apoyo de un gobierno que abrazó como nunca antes la inversión en la educación y una tecnología transformadora como la que aquí discutimos. A esta altura resulta claro que construir una economía guiada por el avance de la AI, tampoco es algo único de las empresas privadas, ya que estas necesitan ciertas condiciones políticas y legales para acelerar y consolidar sus negocios, además de mano de obra calificada.
Ahí mismo yace la importancia de ver más allá de occidente. Acabamos de desenmascarar el modus operandi de China frente al avance tecnológico. No solo esperan que esta transformación suceda, sino que como saben que va a pasar, ayudan a que así sea, acelerando su proceso, y asumiendo importantes riesgos a la vez.
Mientras en Occidente los sistemas políticos se ven plagados de combates entre miembros de sus Congresos o Parlamentos, y donde nadie sobreviviría a la humillación pública de haber malgastado fondos en avances tecnológicos con resultados negativos, en China su visión tecno-utilitaria auspicia estas decisiones.
No me encuentro facultado para decir que un sistema es mejor que el otro. No podemos argumentar en este sentido en contra de Estados Unidos y su historial de avances tecnológicos junto a la promoción de las libertades individuales y tampoco podemos ir contra China, sus aportes científicos, su crecimiento económico y el hecho de que pese a tener el ejército más grande del mundo, no ha perpetrado guerras y ataques a otros países tan abiertamente como el gigante del norte del continente americano. En una era donde la AI reina, quizás el punto de vista chino pueda acelerar desarrollos y plantar las semillas para un crecimiento posterior más acelerado.
A esta altura, es claro que partimos de culturas distintas, donde las apreciaciones respecto a determinados temas o formas de hacer las cosas, son sumamente antagónicas. Cuando ocurre una disrupción económica y tecnológica tan grande como la desatada por el avance de la AI, las preguntas dejan de tener una impronta meramente marcada a fuego por el mercado, y otras preguntas políticas y filosóficas comienzan a sumarse a la mesa. Hoy en día muchos de nosotros estamos acostumbrados a intercambiar privacidad por conveniencia en otros aspectos, pero la postura de unos no tiene porque ser la del conjunto de la sociedad. Tim Cook, CEO de Apple, lo expresó muy bien:
Si algo es gratis, tu eres el producto
En otras palabras, solo el cerdo sabe cuánto vale el jamón. Cada país elegirá como tratar la privacidad de los individuos y la información que cada uno genera. Quizás, así como hoy rige el Protocolo de Nagoya, que ha sido ratificado en la Organización de las Naciones Unidas por más de 125 países, más la Unión Europea, y que aborda el acceso a los recursos genéticos y la distribución equitativa de los beneficios obtenidos de su uso, poniendo reglas claras para la exportación de muestras genéticas de un país a otro, es posible que en el futuro veamos discusiones similares respecto a los datos que las personas crean e intercambian en internet. Puede que en Occidente no nos guste la idea de Gran Hermano o de las grandes empresas sabiendo mucho de nosotros, pero en China la gente ya acepta pagar escaneando sus ojos y saben que todos sus actos son observados por su gobierno.
Cada ventaja tecnológica incrementará los riesgos de encontrarnos con estas y otras preguntas que pueden tornarse hasta filosóficas. ¿Cómo haremos para compensar y balancear las vidas de millones de personas dedicadas actualmente a la industria del transporte, contra los miles de millones de dólares y horas de trabajo humano que serán evaporadas por el uso de vehículos autónomos? ¿Cómo protegeremos los datos que se recolecta de los usuarios cuando el analfabetismo digital es tan grande? Que sepas usar la aplicación de una red social en tu dispositivo móvil nada dice respecto a tu conocimiento sobre lo que pasa en el detrás de esa aplicación y qué hacen con tu información. Las empresas se encargan de decírtelo y te obligan a consentir sus términos y políticas de uso antes de dejarte avanzar con la utilización de sus herramientas, así y todo, muy pocas veces nos detenemos a leer realmente qué dicen. Esta información siempre estuvo desde el principio frente a nuestras narices. Piénsalo así, para maniobrar un vehículo te piden validar tu conocimiento, para operar en la Bolsa te piden validar tu conocimiento, para dedicarte al maquillado de personas en 37 estados de Estados Unidos te piden validar tu conocimiento y tener licencia[152]. Sin embargo, para operar una de las tecnologías más importantes de la humanidad nadie te pide nada, aunque en el momento que nos conectamos a internet pasamos a estar a expuestos a miles de amenazas, contenido ofensivo y algoritmos que tienen la capacidad de generar reacciones químicas en nuestros cerebros así como lo hacen distintas sustancias, desde la cafeína hasta las drogas.
[152] Makeup Artist – Institute for Justice. (2022). Institute for Justice. Visto el 10 de febrero del 2023, en https://ij.org/report/license-to-work-3/ltw-occupation-profile/makeup-artist.