El covid-19 nos obligó a cerrar industrias completas y comercios minoristas, generando cortes en la cadena de pago hasta que se restableció la actividad porque los sectores empresarios no tenían más espalda para soportar una actividad económica nula. Ante esta situación muchos gobiernos decidieron subsidiar los sueldos de la clase trabajadora para aliviar la carga de las empresas y así evitar que estas tengan que cerrar definitivamente. Este escenario llevó a la especulación de muchas ideas respecto a cómo garantizar las necesidades básicas de la ciudadanía y ello nos invita a explorar el concepto del Ingreso Básico Universal (IBU) o UBI por sus siglas en inglés (Universal Basic Income) una idea cada vez más comentada cuando se habla sobre el desempleo masivo que podría causar el avance de la tecnología. La idea en sí, consiste en transferir una cantidad de dinero suficiente a todas las personas para que no sufran de hambre, ni les falte salud o techo. Honestamente me parece que si esa idea gana, en caso de no ser bien implementada, habremos devaluando nuestra propia humanidad. Establecer un piso mínimo de igualdad es sano. El tema es ver qué tan bajo o alto es ese piso. Por supuesto que cuanto más alto sea, mejor será, pero del dicho al hecho hay un abismo estrecho, incluyendo resolver de dónde se obtendrá semejante cantidad de dinero, sobre lo que ya ahondaremos.
Otra idea que se menciona mucho es que es necesario reescribir los contratos sociales y reconfigurar los incentivos económicos para agradecer y valorar a aquellos que llevan adelante actividades sociales productivas para la comunidad y no solo para el mercado.
Muchas de las propuestas que provienen de Silicon Valley versan sobre los mismos ejes. El problema con estos ejes basados en la educación continua de los trabajadores, la reducción de sus jornadas laborales o nuevas medidas redistributivas, es que nos preparan para distintos escenarios sobre los cuales aún no tenemos en claro su marco temporal y la tasa real de pérdida de puestos de trabajo, que como habrás deducido, para mi es potencialmente mayor a lo que se cree en los círculos de poder actuales y de lo que piensan las masas.
Quienes abrazan la idea de proveer a los trabajadores con una educación continua, que de todas formas me parece fundamental, creen que la AI va a entrar en escena de forma gradual, generando un lento cambio en los mercados de trabajo. Los trabajadores desplazados podrían, en teoría, migrar a otra industria que sea más difícil de automatizar, pero esto comprende un proceso disruptivo en sí mismo y por ende esta transición requerirá de un largo tiempo. Incluso, la misma analogía ejemplifica el cuello de botella con el que nos vamos a encontrar.
Luego están quienes militan por una reducción en las horas laborales debido al impacto que generará la implementación de AI. La idea de promover semanas laborales de tres o cuatro días con menos horas que las actuales, para así “dividir” los puestos laborales existentes entre una mayor cantidad de gente, no es necesariamente la mejor solución. Esta premisa parece partir de una serie de verdades absolutas que dudosamente se materialicen el día de mañana. La primera de ellas es asumir que ese módico ajuste matemático alcanzará para todas las personas laboralmente activas del planeta, que no interferirá con la meritocracia de quienes abogan por ella y que los sueldos serán suficientes para cubrir las necesidades humanas y materiales de las personas. Seguro alcanzaría para comer y subsistir, pero dudo que alcance para materializar otros deseos que podamos tener. Se estaría igualando hacia abajo en vez de hacia arriba. No es lógico que eso sea bueno. Si vamos a igualar debemos hacerlo hacia arriba, y así garantizar que sin importar dónde le toca a uno nacer, igual podamos contar con las mismas posibilidades que el resto, tal como plantea la escuela desarrollista. En realidad, lo que esconde la semana laboral corta, es el aumento de la productividad suscitado en los últimos años, y en los que están por venir, y un mercado incapaz de consumir el exceso que se generará.
En este sentido, quienes abogan por una mayor redistribución, son generalmente quienes también auguran el peor escenario de desempleo masivo. Para ellos, los nuevos desclasados no alcanzarán, con entrenamiento y educación continua, un trabajo nuevo con la velocidad necesaria. Es posible que los trabajadores acepten un golpe a sus ingresos de forma temporal, como durante una crisis económica, tal como sucedió al principio de la pandemia, sin embargo, dudo que alguien pueda estar satisfecho sabiendo que enfrentará un estancamiento o un descenso económico por el resto de sus días.
Los tecno-optimistas sostienen que en el largo plazo, la tecnología siempre genera más trabajos y prosperidad de forma colectiva. No conecto con esa idea y por eso intento llamar la atención sobre este asunto. Desde su perspectiva, un tecno-optimista dirá que los avances en la producción generarán una baja en el costo de adquisición de distintos bienes y servicios. Esos precios bajos, liberarían parte del poder de compra de los consumidores, que podrán comprar más unidades de otros productos o gastar su dinero en otra cosa, siendo ambas opciones generadoras de nuevos puestos de trabajo gracias al aumento en la demanda. Bien, pues ¿de qué dinero hablan si mucha gente no va a tener una fuente de ingreso en primer lugar? Es verdad que hoy en día, en las economías desarrolladas, a fines de trazar un paralelismo con las transiciones de las revoluciones industriales previas, son más los trabajadores en fábricas y oficinas que los que se encuentran trabajando en los campos, pero mientras los monopolios de la era de la AI bajen los precios y arrasen con millones de puestos de trabajo, también empujarán un aumento de la desigualdad. El sesgo de los tecno-optimistas es pensar que la historia se va a repetir de forma infinita, y si hay algo que señalamos al principio de este libro, es que la historia es imposible de predecir, por lo tanto, sin intentar plantear una verdad absoluta, sino una serie de cuestionamientos que nos inviten a razonar y analizar la evidencia presente, es que atarse a algo que ya pasó, en un mundo tan cambiante y dinámico, tiene tanto sentido como pensar en pleno 2023 que el Sol gira alrededor de la Tierra porque así parece ante nuestros ojos y no la Tierra en torno a él. Tomemos perspectiva. Aprendamos del pasado, pero discutamos cómo darle forma al futuro.
Imaginémonos qué tan rentable podría llegar a ser Uber si no tendría que pagarle 75% de sus tarifas a una persona. Imaginémonos la rentabilidad que tendría Apple si sus fábricas de ensamblaje no necesitarían de manos humanas en lo absoluto. Imaginémonos que Walmart no tenga más gente en sus cajas registradoras. Prestemos atención a esto porque es probable que empecemos a ver gente haciendo la fila de espera para usar las cajas registradoras manuales en los supermercados, en locales de comida rápida o incluso en tiendas de ropa, mientras quizás una caja a cargo de un ser humano se encuentre totalmente vacía. ¿Acaso queremos evitar esa pequeña conversación formal que se da al momento de llegar a la caja? ¿Queremos evitar ser juzgados por esos ojos que ven cómo malgastamos nuestro dinero en cosas innecesarias mientras la persona que nos cobra debe conformarse con mucho menos que lo que uno tiene y da por hecho? A este accionar, que redunda en el desprecio al prójimo, incluso cuando sabemos que con nuestra decisión podemos ayudarle a mantener su trabajo o a perderlo más rápidamente, procederemos a llamarlo homomalestemi. No es que seamos anti-humanos, ni tampoco es que preferimos a las máquinas por sobre el resto de las personas, así y todo somos conscientes que estas pequeñas decisiones no hacen más que agitar el avispero. Para ponerlo en números concretos, y sin olvidar que detrás de cada uno de ellos hay un nombre, un apellido, una historia y sueños, recordemos que Amazon, ya abrió 28 tiendas de su cadena de supermercados Amazon Go[153], en donde no existen cajas registradoras. ¿Cuánto falta para que más supermercados adopten esa metodología? El huracán político, social y económico que nos impactará no tiene precedentes. Ese huracán atacará incluso a nuestra concepción respecto a nosotros mismos ya que desde que se inició la revolución industrial, solemos ver a nuestro trabajo no solo como un medio para sobrevivir, sino como un atributo que hace a nuestro orgullo, ego e identidad. Sin importar si eres peluquero, carnicero, peón de campo o doctor en física, te aferrás a la identidad que tu profesión te da, y si la AI nos desplaza de nuestros trabajos, eventualmente podrá arrebatarnos al mismo tiempo parte de nuestra identidad y propósito, tal como le sucedió a Lee Se-Dol. No será fácil erradicar esta tradición de nuestra cultura, pero será necesario, y quizás sea bueno, por una vez, dejar de percibir a una persona según su valor económico para el mercado.
Los niveles de depresión aumentan rápidamente, hasta tres veces, en aquellas personas que caen en el desempleo durante al menos seis meses[154]. Las tasas de suicidio se duplican entre las personas que están buscando trabajo contra aquellos que ya gozan de un puesto laboral. El uso problemático de drogas y alcohol aumenta de acuerdo a las tasas de desempleo. Las consecuencias del desempleo masivo pueden ser devastadoras para el conjunto de la sociedad.
Mientras consultoras del calibre de PwC estiman que la AI inyectará $ 15.7 trillones de dólares a la economía global para el año 2030, otros investigadores de la Universidad de Oxford llegaron a la conclusión en 2013 que el 47% de los empleos en Estados Unidos podrían ser automatizados dentro de las próximas dos décadas. McKinsey Global Institute ha estimado también que entre 400 y 800 millones de personas serán desplazadas por la automatización y necesitarán encontrar nuevos trabajos para el 2030[155].
La élite de Silicon Valley sabe que las tecnologías que a ellos les generarán miles de millones de dólares en ganancia, acabarán con el empleo de muchas otras personas, y por eso es que de forma temprana comienzan a versar sobre el Ingreso Básico Universal. Esto no es una solución. Estamos desperdiciando la oportunidad de crear un mejor sistema de redistribución, y a cambio, nos tomamos un sedante. Por más altruista que suena esta medida, a mi me parece que la finalidad de la misma es mantener tranquila a la mayoría silenciosa de una sociedad desigual. Uso la tecnología y no tengo en mis planes convertirme ni en ermitaño ni en Amish, pero no me deja muy tranquilo que la gente que ocasiona el problema en primer lugar, y quienes mayor beneficio perciben por ello, sean quienes diagramen la solución. No planteo que le declaremos la guerra al capitalismo ni a la industria tecnológica que tanto apreciamos, tan solo les hacemos un llamado de atención, para que juntos comencemos a buscar la solución a este y otros problemas. Quizás en algún momento la abundancia material sea tal que no vamos a ir detrás de incentivos económicos, pero afirmar eso sería futurología pura y acá no pretendemos hacer eso, sino hablar sobre hechos, datos y preocupaciones reales. Puede que en algún momento eso ocurra, pero el contrato social actual dicta lo contrario. Además, si la economía se destruye por la falta de consumidores, ¿de dónde va a surgir el dinero de impuestos para cubrir los desembolsos necesarios para el Ingreso Básico Universal? ¿Qué vamos a hacer? ¿Ponerle impuestos a la generación de datos o la compra de determinados robots? No solo no creo que funcione en el largo plazo, tampoco lo veo factible desde un sentido económico debido a la falta de incentivos. ¿Cuál es el número mágico de este impuesto en una sociedad sin trabajo?
Entendamos cómo se crea el dinero en la actualidad. El nuevo dinero se crea a través de la deuda. ¿Qué? Si, el dinero se crea mediante deuda. Para explicarlo imaginemos primero un sistema de economía cerrado, que si bien no es el modelo según el cual se rige la economía real, nos servirá para entender el punto en cuestión. Supongamos una economía de 10 personas, en donde un banco le presta 10 monedas a cada individuo, poniendo en circulación 100 unidades. A cambio de este servicio, el banco impone una tasa de interés del 10% que le debe ser devuelta al cabo de un año. Aquí yace el primer problema. El banco puso en circulación 100 monedas, pero a fin de año espera un retorno de 110 monedas, es decir 11 monedas por cada persona que tomó el préstamo. Esto sería imposible de cumplir, y a la vez para que cualquiera de las personas pueda honrar su deuda, otra deberá perder parte de su posición inicial. En la actualidad, esto que para el público es considerado deuda, en los libros de los bancos en realidad figura como un activo, ya que de allí proviene parte de su flujo de ingresos aunque en algunos casos sus clientes incumplan con los pagos pendientes. Sin embargo, hoy no trabajamos en economías cerradas y estáticas, sino que las políticas de los Bancos Centrales afectan al circulante monetario de una economía, el cual a su vez puede variar por distintos factores, desde la tasa de interés, al valor creado por las personas con su trabajo o inversiones. Con esto en mente, indagemos ahora de dónde obtienen originalmente los bancos el dinero que prestan a sus clientes y qué es la banca de reserva fraccionaria, acercándonos así al sistema actual.
Cuando un cliente entrega su dinero al banco, este también espera un interés a cambio. Lo que sucede a continuación es que el banco procede a prestar ese dinero a cambio de una tasa de interés más alta que la que este le pagará a su depositante. Esto forma parte del sistema de reserva fraccionaria, que permite que los bancos solo guarden una pequeña porción de los depósitos de sus clientes. ¿Qué tan pequeña? En el caso de los bancos de la Unión Europea tan solo deben conservar el 1% de los depósitos[156], volviendo a poner en circulación el restante 99%. En el caso de las instituciones estadounidenses, antes de la pandemia los requisitos de reserva mínima eran del 10% de los depósitos pero durante el brote de covid-19 este fue eliminado y llevado a cero[157]. Dinero que entra, dinero que sale, con interés de por medio, claro. Ahora que entendemos cómo se crea el dinero, preguntémonos de dónde surgiría el dinero de los impuestos para solventar el Ingreso Básico Universal en una sociedad sin trabajadores.
Si la riqueza es creada por un conjunto de máquinas que tienen dueño, entonces los incentivos tienen que estar alineados para que el poseedor de los medios de producción tenga una ganancia, caso contrario no perdería el tiempo, ni volcaría recursos en dichas tareas. Volvamos al ejemplo de una economía cerrada. Allí tenemos un productor que genera los bienes que demanda la economía. Si tenemos 100 monedas que representan el total de la base monetaria de nuestro sistema y mediante un UBI procedemos a entregar 1 moneda a cada una de las 100 personas de nuestra sociedad, nuestro productor no tendrá capital para invertir en los bienes que se necesitan, ni tampoco tendrá incentivos. La opción que nos queda es la de una economía centralizada, lo que históricamente no ha funcionado debido a la imposibilidad del cálculo económico. Además, sin incentivos, tampoco habrá qué nos empuje hacia un mayor progreso tecnológico y del bienestar humano. Es indiferente si el ente central es una persona o una AI. Incluso pensar que las personas comprarían los bienes y servicios del productor con dinero que le fue sacado en forma de impuestos, aunque al final del día este pueda quedarse con 1% de su ganancia y le quites el resto, eventualmente la concentración económica se volverá a acentuar luego de repetir el ciclo varias veces. Sencillamente los números no cuadran si pretendemos gastar y redistribuir continuamente la totalidad de la base monetaria, de igual forma y cantidad, entre todos los miembros de la sociedad. Sin incentivos, no hay avance. Mientras el tiempo es infinito, las medidas burocráticas y económicas que impongan los regímenes de turno, jamás contarán con la misma suerte.
[153] ScrapeHero. (2022). Number of Amazon Go locations in United States. ScrapeHero. Visto el 12 de febrero del 2023, en https://www.scrapehero.com/location-reports/Amazon%20Go-USA.
[154] McGee, R. E., & Thompson, N. J. (2015). Unemployment and Depression Among Emerging Adults in 12 States, Behavioral Risk Factor Surveillance System, 2010. Preventing Chronic Disease. Visto el 15 de febrero del 2023, en https://doi.org/10.5888/pcd12.140451.
[155] Manyika, J., Lund, S., Chui, M., Bughin, J., Woetzel, J., & Batra, P. et al. (2017). Jobs lost, jobs gained: What the future of work will mean for jobs, skills, and wages. McKinsey. Visto el 29 de junio del 2021, en https://www.mckinsey.com/featured-insights/future-of-work/jobs-lost-jobs-gained-what-the-future-of-work-will-mean-for-jobs-skills-and-wages.
[156] European Central Bank. (2016). What are minimum reserve requirements? European Central Bank. Visto el 11 de febrero del 2023, en https://www.ecb.europa.eu/ecb/educational/explainers/tell-me/html/minimum_reserve_req.en.html.
[157] Reserve Requirements of Depository Institutions. (2022). Federal Register. Visto el 18 de febrero del 2023, en https://www.federalregister.gov/documents/2022/12/01/2022-26065/reserve-requirements-of-depository-institutions.