¿Fin de la historia?

 

Si hay algo que el profesor Harari parece tomar de Francis Fukuyama, es su elocuente relato acerca de cómo las tres ideas que se quisieron imponer en el mundo industrial habían fracasado. La Segunda Guerra Mundial barrió con los fascistas y su visión. Las caídas del Muro de Berlín, Gorbachov y la USSR, barrieron con la historia comunista, dejando en pie el legado liberal, con su democracia, derechos humanos y un mercado capitalista libre. Dicho eso, Harari plantea que la crisis financiera del 2008 mató la historia liberal para una gran cantidad de personas.

 

La era Biden comenzó sin sobresaltos como los generados por su antecesor, que a poco de entrar al Salón Oval, Donald J. Trump, comenzó a renegociar todos los tratados internacionales que involucraban a su país. Trump asumió con un discurso basado, entre otros ejes, en la afirmación de que ciudadanos chinos y mexicanos estaban robándole el trabajo a los norteamericanos. No fueron chinos. No fueron mexicanos. En todo caso, fueron los algoritmos y los robots, tanto en el interior como en el extranjero.

 

En la medida que esto siga sin ser comprendido por las altas esferas políticas, surgirán más movimientos y partidos nacionalistas, proteccionistas y anti-globalización que se aprovechen del ocaso de un pueblo atravesado por la imposibilidad de satisfacer necesidades básicas que ni el mercado, ni los gobiernos puedan ser capaces de garantizar. Intuyo incluso que algún disparatado comenzará un movimiento o partido político anti-robots, anti-AI e incluso uno que gire en torno al data-nacionalismo, predicando por la nacionalización de los datos, como si estos sean algo que se pueda encerrar en una caja de cristal y controlar su flujo o circulación.

 

La historia liberal no sirve más. Estaba destinada a personas comunes, en escenarios comunes. La revolución de la Inteligencia Artificial será tal, que obligatoriamente necesitaremos una historia y perspectiva propia. Una historia que explique la realidad actual. Una historia compleja. Como bien dijo el profesor Harari, ¿de qué sirve la libertad si no está acompañada de una red de contención social?, ¿de qué me sirve la democracia si no puedo llevar pan a la mesa? Después de todo, no podemos olvidar que tras años de un gobierno nefasto, autoritario y dictatorial como lo fue aquel de la Junta Militar, al asumir el ex presidente argentino, Raúl Alfonsín, dejó plasmada en la historia aquella frase en que predicó que con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura. Sin embargo, tras casi 40 años de democracia ininterrumpida en Argentina, nuestros indicadores sociales, los mida el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) o los mida la Universidad Católica Argentina (UCA), hoy son peores que en aquel recordado retorno a la democracia. La democracia no es mágica. Sin instituciones eficaces, y sin acuerdos políticos que apunten a un horizonte en común, no alcanza. Así como en el siglo XX, el uso de la tecnología industrial permitió establecer distintos modelos de sociedades, como democracias liberales, regímenes fascistas y otros comunistas autoritarios, la Inteligencia Artificial va a dar lugar al surgimiento de nuevos modelos de sociedad, por ello es importante que todos nos involucremos en la creación y modelado de estos antes que alguien más nos los imponga.

 

Hoy, es indiscutible que el capitalismo es el sistema que a más personas sacó de la pobreza y que la competencia que pregona ha liberado fuerzas innovadoras sin precedentes, pero para llegar aquí antes pasamos por distintos experimentos sociales como los ya mencionados. Experimentos que costaron la vida de millones de seres humanos. Por esto mismo es importante que todas y todos nos involucremos en las discusiones que están por venir a la hora de definir nuestro nuevo contrato social. Estamos acá porque somos los descendientes de generaciones anteriores que sobrevivieron a estos experimentos de orden económico y social. Aquí faltan los descendientes de los casi 4 millones de personas que murieron de hambre, solo en Ucrania[167], por las políticas de la Unión Soviética de Joseph Stalin entre 1932 y 1933, también de los 30 millones que murieron, de nuevo por hambruna, en China[168] entre 1959 y 1961 bajo el mandato de Mao Zedong, y de los 6 millones de judíos muertos por el Holocausto[169] del régimen nazi de Adolf Hitler entre 1933 y 1945.

 

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[167] The number of Holodomor-Genocide victims in Ukraine are often intentionally diminished – scientists. (2018). National Museum of the Holodomor-Genocide. Visto el 23 de junio del 2022, en https://holodomormuseum.org.ua/en/news/the-number-of-holodomor-genocide-victims-in-ukraine-are-often-intentionally-diminished-scientists.

[168] Vaclav Smil. (1999). China’s great famine: 40 years later. 319(7225), 1619–1621. Visto el 23 de junio del 2022, en https://doi.org/10.1136/bmj.319.7225.1619.

[169] Documenting Numbers of Victims of the Holocaust and Nazi Persecution. (2020). United States Holocaust Memorial Museum. Visto el 23 de junio del 2022, en https://encyclopedia.ushmm.org/content/en/article/documenting-numbers-of-victims-of-the-holocaust-and-nazi-persecution.