De carabelas y el capitalismo de las partes interesadas

 

Las narrativas generadas en el pasado aún controlan cómo pensamos, cómo nos comportamos, y muchas veces nos olvidamos que estas fueron inventadas y propagadas hace muchos siglos atrás, por personas que se beneficiaban de las mismas. Solo así podemos entender que hasta no hace mucho tiempo a las mujeres no se les permitía estudiar, o si nos vamos más atrás nos podemos remontar a cuando los colonizadores de América le hicieron creer a los locales que si no obedecían harían enojar a su Dios, que era más fuerte que el de ellos. Esto sucedió en Jamaica, en el año 1504[213], cuando Cristóbal Colón, en su cuarta visita al Nuevo Mundo, tras problemas con sus carabelas se viera obligado a quedarse en dicha isla por un largo tiempo hasta que él y su tripulación puedan ser evacuados por una nueva misión. Al principio, la comunidad local, conocida como Arawak, ayudó a los exploradores europeos con refugio y comida, pero tras semanas y meses en la isla, las tenciones comenzaron a escalar por la escasez de alimentos disponibles. Ante una tensión galopante, Colón aprovechó su conocimiento científico y una copia que tenía del almanaque de Regiomontanus, un matemático y astrónomo alemán, para comunicarle al líder de la comunidad Arawak, que debido a la falta de colaboración de su pueblo, el Dios cristiano estaba enojado y por ello haría desaparecer la Luna a los tres días de dicha conversación. Resulta que el almanaque confeccionado por Regiomontanus era considerado material obligatorio para cualquier navegante, ya que este brindaba información detallada sobre el sol, la luna, las estrellas, las constelaciones y los planetas. Tras estudiarlo, Colón supo que el 29 de febrero de 1504 ocurriría un Eclipse Lunar. Ante la sorpresa de los locales, el eclipse ocurrió y el color rojizo de la Luna que parecía cubierta de sangre, encendió la desesperación del pueblo, que de forma inmediata procedió a aceptar cuidar de los colonos hasta que fueron rescatados por otra carabela el 29 de junio del mismo año. Moralmente cuestionable, pero desde un punto de vista negociador, esa fue una majestuosa jugada en la que el conocimiento científico fue utilizado para engañar y asustar a un grupo determinado.

 

Hoy el mundo carece de una narrativa común que describa las oportunidades y las amenazas de la Cuarta Revolución Industrial de la mano de la AI. Sin una narrativa en común, será muy difícil gobernar de forma ordenada una sociedad golpeada. Anteriormente hicimos referencia a lo que algunos autores entienden como el fin de la historia. Si miramos meramente los regímenes económicos disponibles, hoy encontramos 2 sistemas económicos en pugna. El primero de ellos, el Shareholder capitalism, o Capitalismo de los Accionistas, siendo este el modelo predominante en Estados Unidos y el hemisferio occidental, y por otro lado el State capitalism, o Capitalismo de Estado, principalmente referenciado por China, aunque en mayor o menor medida, también ha sido aplicado por muchos otros países en vías de desarrollo, y en gran medida también aplicado por Estados Unidos aunque no lo titulen como tal.

 

Si bien parten de pilares distintos, tanto un modelo como el otro, han generado grandes aportes al progreso económico de los países. Eso sí, si hay algo que ambos modelos comparten es la proliferación de problemas ambientales y sociales. Las inequidades dentro de los países han aumentado y eso ha generado tensión a nivel social. Si a eso le sumamos una crisis ambiental inminente, las alarmas son claras. Necesitamos un nuevo contrato social. Necesitamos una nueva forma de organizarnos y generar valor. La solución a un problema de semejante tamaño no puede valerse de una rápida respuesta.

 

El 3 de noviembre, a las 21:45, del 2018, me llegó un correo electrónico notificándome que, tras un proceso de aplicación y entrevistas, había sido aceptado para unirme a una organización conformada por jóvenes líderes. La misma se llamaba Global Shapers Buenos Aires, y era parte de la Global Shapers Community, una iniciativa del World Economic Forum o Foro Económico Mundial en español. Esta comunidad global, tiene como misión empoderar a los jóvenes para ayudarlos a que ocupen un papel protagónico en la formación de las agendas públicas locales, regionales y globales. Cuatro días más tarde, el 7 de noviembre del 2018, Florencia Jeifetz, quien entonces ejercía el cargo de Directora General de la organización en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nos brindó una charla de inducción a la red. En aquella presentación, nos contó por qué Klaus Schwab, el fundador del Foro Económico Mundial, había decidido impulsar esta iniciativa. En medio de tantas filminas, y antes de que decidamos encargar unas pizzas, me di cuenta que el concepto de stakeholder, o en español “parte interesada”, aparecía una y otra vez. Ese fue el primer acercamiento que tuve al concepto de stakeholder capitalism, o Capitalismo de las Partes Interesadas, del cual Schwab es uno de sus mayores defensores y divulgadores.

 

La premisa central del capitalismo de las partes interesadas, es que todos los intereses de aquellos actores que forman parte de la economía y de la sociedad deben ser considerados. Esto quiere decir que las empresas ya no deben centrar sus esfuerzos en las ganancias de corto plazo por la necesidad de mostrar resultados inmediatos a los accionistas de las mismas. Ahora son responsables ante todos los actores de la sociedad global. Ahora, para que esto sea posible, los gobiernos, la sociedad civil y las instituciones internacionales adquieren un rol fundamental en pos de garantizar la igualdad de oportunidades y una justa redistribución a todas las partes interesadas, velando así por un sistema inclusivo, en el que ningún grupo sea dejado por detrás.

 

En el capitalismo de accionistas, los intereses de un grupo, precisamente el de los accionistas, dominan por sobre los intereses de los demás. Esto exacerba la idea de que la única razón por la que existen las empresas es para generar e incrementar sus ganancias. Eso es falso y las desconecta de la economía real, en donde los intereses de otros actores, o partes interesadas, deben ser considerados con la misma importancia. Nos referimos claro a los empleados de las empresas, a los de sus proveedores, a las comunidades en donde están radicadas, sus gobiernos locales y el bienestar de nuestro ambiente para las generaciones actuales y futuras.

 

Es probable que si estás leyendo esto seas occidental y ya estés cansado de escuchar sobre los beneficios de la democracia y el libre mercado, así que para ahorrarnos unas hojas hablaremos de China. Este país que la mayoría de los ojos del mundo aún tildan de comunista, obtiene el 60% de su PBI debido a inversiones privadas. Así y todo, su principal actor o stakeholder es el Estado. El Estado chino, con su enorme poder, es capaz de dirigir la distribución de las oportunidades y de los recursos disponibles, pudiendo intervenir en cualquier industria, controlando así al conjunto de la economía. Allí las cabezas de Estado deciden qué es prioritario. ¿La educación? ¿La investigación científica? ¿La construcción de viviendas? ¿La creación de infraestructura crítica? ¿La seguridad? ¿La salud? Sea lo que sea que decidan, la opción elegida se llevará una inmensa inyección de capital que será controlado por personas que esperan resultados buenos y rápidos. Esto ha sido así, y es así en muchos otros países como Brasil o Singapur. De hecho, si hilamos fino, este ha sido el caso, en algún momento con más fuerza que en otros, de todos los países que han puesto norte a los intereses privados. Sin su existir, es probable que muchos de los avances que hemos visto en los países en vías de desarrollo no se hubiesen dado de otra forma. Sin embargo, no estoy tirándole flores al capitalismo de Estado porque sí. Este también cuenta con marcadas debilidades, como por ejemplo la corrupción que amenaza de forma latente a un sistema con un poder central hegemónico. No faltan ejemplos de países en donde parece haberse detectado ciertos patrones que favorecen a determinadas empresas de amigos de los funcionarios públicos a la hora de distribuir las contrataciones del Estado. En ocasiones, estos Estados también coercionan sobre la independencia del Poder Judicial y la aplicación de la ley se vuelve arbitraria. Además, en un sistema donde el poder se encuentra tan monopolizado, y el mismo cuenta con la capacidad de dirigir los intereses privados, una mala lectura o análisis de los líderes del Estado, pondrá en riesgo grandes recursos naturales, humanos y de capital. Al final de cuentas, el capitalismo de Estado, o de los amigos del poder, termina pareciéndose al capitalismo de accionistas, ya que en ambos, el interés de uno de sus actores, domina por sobre los intereses del resto de la sociedad.

 

Ahora, si analizamos las bases del capitalismo de stakeholders o partes interesadas, no escapa mucho de la definición tradicional del capitalismo, en donde los individuos y las empresas privadas hacen al grueso de la economía. Es necesario que ambos actores puedan expresarse e innovar libremente para traer soluciones éticas a los problemas que enfrentamos como sociedad. Ahora bien, para que esto suceda, la correcta alineación de los objetivos es necesaria y no puede permitirse que un actor se aproveche de los esfuerzos de otros. La magia del sistema yace entonces en la idea de que cualquiera que tenga interés en la economía, tiene derecho a participar e influir en la toma de decisiones. Los objetivos del sistema ya no son únicamente la ganancia de los accionistas en el corto plazo, sino la salud y la riqueza de nuestras sociedades, así también como la del planeta y las generaciones futuras. Es por acá, este es el sistema que debemos implementar, y no, no es nuevo en lo absoluto.

 

Tras la Segunda Guerra Mundial muchos países escandinavos entendieron que no era posible que a un solo individuo o empresa le vaya bien, si la economía a nivel macro no funcionaba para el resto de la sociedad. De esta forma, las empresas locales de los países escandinavos, comenzaron a trazar relaciones más estrechas con los sistemas de educación y salud locales, para lo cual el trabajo mancomunado y coordinado con las autoridades de los gobiernos locales se convirtió en una realidad, ayudando así a alinear objetivos e intereses en pos del bien común. Los Países Bajos, Suecia, Dinamarca, Finlandia, Bélgica y Alemania son ejemplos de esto. No Estados Unidos. Tampoco China. Este es el sistema que debemos implementar de cara al futuro.

 

Es hora de que el capitalismo de las partes interesadas vuelva a brillar, pero para ello debemos entender los cambios que hubo en las dimensiones del sistema. No podemos esperar volver a este tipo de capitalismo y esperar que todo funcione como sucedió en los países escandinavos en el período de posguerra hasta la década del 70. Hasta esa época las empresas giraban en torno a los intereses comprendidos por sus bordes nacionales y ese no puede ser el caso en una economía globalizada. Precisamente fue a partir de la globalización de las empresas que estas pasaron a centrarse exclusivamente en los intereses de sus accionistas. Esto último es lo que debemos revertir. Es necesario que el nuevo capitalismo pueda garantizar la prosperidad de la sociedad en un contexto dado por una alarmante crisis climática y con la amenaza de la automatización laboral más presente que nunca, ahora de la mano de la AI y no solo de la robótica. Nuestro campo de acción ahora es global. Tanto el planeta como sus habitantes, deben pasar a ser las principales partes interesadas, por lo que estos deberán ejercer cierto control sobre el resto de los actores. No podemos olvidar que las decisiones que tome un país pueden afectar en la seguridad alimentaria de otro o potenciar sus crisis climáticas. Si fallamos en entender esto, tarde o temprano, nos terminaremos lastimando a nosotros mismos. Los gremios, las ONG’s, los centros educativos, los grupos religiosos, los clubes deportivos, las asociaciones culturales, no son actores nuevos de la sociedad, sin embargo, el papel que le toca jugar a cada uno de ellos se está por ver revalorizado. En el mundo privado sucederá algo similar. Ya no podemos darnos el lujo de solo escuchar a las grandes empresas, por ende se verán revalorizadas las conjeturas de los representantes de las PyME’s o los trabajadores autónomos que como vimos representan cada vez a un grupo más amplio de la sociedad. Pero eso no es todo, las instituciones mismas deben cambiar hacia adentro. No olvidemos que los puestos de liderazgo siguen tendiendo a ser bastante monótonos en cuanto a su composición en género, diversidad y edad mientras numerosos estudios disponibles muestran que equipos diversos generan mejores resultados.

 

Mi mayor preocupación, es que quienes toman las decisiones que regulan nuestras vidas presentes y el devenir futuro de las mismas, muy frecuentemente son enceguecidos por las demandas de la agenda inmediata, y olvidan desarrollar un plan estratégico para aprovechar las fuerzas positivas que la revolución tecnológica desatará, mitigando y reduciendo al mínimo posible los efectos no deseados de la misma. Después de todo, el mismísimo Schwab declaró en 2019 que la gente se está rebelando contra las élites económicas porque creen que estas los han traicionado y han dinamitado sus esfuerzos para mantener el calentamiento global limitado a 1,5 º C[214]. ¿Están equivocados?

 

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[213] Rao, J. (2014, October 12). How a Total Lunar Eclipse Saved Christopher Columbus.Space. Visto el 14 de febrero del 2023, en https://www.space.com/27412-christopher-columbus-lunar-eclipse.html.

[214] Cann, O. (2019). Davos 2020: World Economic Forum announces the theme. World Economic Forum. Visto el 19 de abril del 2021, en https://www.weforum.org/agenda/2019/10/davos-2020-wef-world-economic-forum-theme.