Hablamos de autos autónomos, médicos y doctores, ¿habrá algo más cotidiano para comprender qué significa realmente la Inteligencia Artificial junto al incremento exponencial de datos generados día a día y puestos a disposición de las grandes empresas tecnológicas?
Ya en 1759, Voltaire, advertía que el trabajo nos salvaba de tres grandes males, el aburrimiento, el vicio y la necesidad. Pero ¿nos da placer? ¿Vos amás el trabajo que llevas adelante todos los días? Muchas encuestas parecen indicar que a la mayoría de las personas, en varios países del mundo, no les agrada su trabajo.
¿Es eso justo? ¿Le estamos dedicando una porción muy importante de nuestras vidas a algo que no nos satisface? ¿Trabajamos para vivir? ¿Vivimos para trabajar? ¿Desperdiciamos el tiempo para poder comprar cosas que no necesitamos e impresionar a quienes no nos debería importar?
El propósito de la vida no puede ser trabajar, consumir y producir más y más, ignorando el impacto ambiental que nuestras acciones de hoy tienen para las generaciones futuras. Una forma de conmensurar nuestro daño al planeta puede ser pensarlo como cuando un país adquiere nueva deuda. Eso generalmente se transforma en un impuesto futuro para su sociedad. ¿Bienvenidos sean los robots y los algoritmos entonces?
Históricamente cada generación se ocupó de su propio devenir, y de garantizar un mejor futuro a las siguientes generaciones. Eso funcionó bien por mucho tiempo. Ahora, con el conocimiento y la evidencia que tenemos respecto a los problemas que nos aquejan, este ya no es el caso. El bienestar de las generaciones futuras está literalmente en nuestras manos. Entonces sí, bienvenidos sean los robots y la Inteligencia Artificial bien aplicada en pos de resolver nuestros problemas, siempre y cuando comprendamos que no hay soluciones mágicas y que una AI no va a frenar necesariamente nuestro consumismo exacerbado, ni a restaurar mágicamente la flora y fauna que como especie hemos destruido. Nos puede ayudar mucho, sí, pero nosotros también debemos hacer nuestro aporte.
No, no me desperté con el pie izquierdo al salir de la cama, ni prefiero al comunismo, ni al socialismo por sobre el capitalismo, solo estoy analizando hechos, tendencias y números, que afectan el devenir de personas que tienen nombre, apellido y sueños.
Si nos sorprendió el avance tecnológico de los últimos 50 años, el avance de los próximos 50 nos va a volar la cabeza. El susurro ya dejó de ser tal y comenzaron a escucharse los primeros gritos de la revolución de la Inteligencia Artificial.
No niego que vayan a surgir nuevos puestos laborales a cubrir en los campos de la informática, la robótica y otras disciplinas atadas a esta revolución. El problema va a ser si la aparición de nuevos puestos es más lenta que la destrucción de los puestos actuales. A su vez, los nuevos puestos van a exigir altos niveles de estudio o conocimiento más especializado, por lo que es muy probable que las personas que dependen de puestos repetitivos y manuales sufran mayores restricciones a la hora de aspirar a esos nuevos trabajos. Nunca en la historia se llevó adelante un proceso de re-educación tan grande para gente que se encuentra en la mitad de su vida profesional activa como el que aparentemente vamos a necesitar.
Quizás el futuro lejano se asemeja a un sistema sin empleos, pero para ello primero debemos atravesar los enormes desafíos que se avecinan y reformar por completo nuestro sistema político, social, productivo y económico, lo cual no va a suceder mágicamente de un día para el otro, y es por eso que debemos prepararnos para los retos que nos esperan.
No te olvides que si alguna vez usaste el mapa de tu teléfono o compraste algún artículo o servicio online por la recomendación de un anuncio en línea, o incluso si viste una película o un video que te “recomendó” Netflix o YouTube: ya estuviste expuesto al uso de AI. Está ahí, aunque no la veamos. Podemos susurrarlo o gritarlo, pero está ahí.
Aún no podemos saber a ciencia cierta cuándo llegará la superinteligencia artificial o la Inteligencia Artificial General, entonces procrastinamos y no nos arremangamos para trabajar de cara al desafío que se nos aproxima. En cambio si hipotéticamente sabríamos de antemano que un asteroide gigante golpearía la Tierra dentro de 50 años, con total seguridad nos pondríamos a trabajar en solucionar esto de forma colectiva. El riesgo está a la vista, hacerse el distraído para no verlo es una decisión personal. Lamentablemente esto es lo mismo que sucede hoy en día con la crisis desatada por el cambio climático. Sin afirmar que el colapso será mañana mismo, enfrentamos una crisis existencial, y los datos lo demuestran. Acabamos de entrar en una década clave para mitigar los riesgos del cambio climático, y no, eso no significa que el 1° de enero del 2031 se vaya a desatar el caos, sino que lo que la ciencia nos está diciendo es que estamos acercándonos al punto de no retorno, lo que significa que a nuestro planeta le será cada vez más difícil saciar las necesidades y el ritmo de vida del mundo moderno. Puede que incluso si continúa una tendencia negativa, aún falten algunos siglos para que la mayoría de la tierra no sea más fértil o habitable, y que los drásticos cambios y eventos climáticos sean cada vez más habituales junto a la aparición de nuevas enfermedades. Así y todo, ¿vamos a comprometer el porvenir de las generaciones futuras y obligarles a transitar este laberinto existencial o vamos a dejarles un planeta habitable y rico? La emergencia humanitaria es real, y a las amenazas ya conocidas como la ambiental, ahora debemos sumarle el posible derrumbe de la fuerza laboral en manos de la AI.