Llegando al final del libro espero que no te sientas menos relevante ante el avance de la Inteligencia Artificial, recordá que vos sos de carne y hueso, no un conjunto de cables y metales ensamblados. Lo importante es que todos entendamos la importancia de la información que nos rodea y la que generamos continuamente al interactuar con la tecnología. Quizás te estés cuestionando qué tan repetitivo o cognitivo es tu trabajo. Quizás te consideres con cierta ventaja al respecto y tus preguntas giren entonces respecto a qué tipo de auto con AI preferirías utilizar. La idea de este libro no fue decirte qué pensar o hacer, sino ayudarte a pensar críticamente sobre estos temas de actualidad para que cada vez seamos más los que discutimos al respecto, ya que cuantas más voces se involucren, mayores serán las chances de que ese futuro sea desarrollado con una perspectiva que nos incluya a todos y a todas, sin generar ciudadanos de primera y segunda categoría. ¿No debería el conocimiento humano empujarnos a cada uno de nosotros a estar en un lugar mejor en vez de dejarnos fuera del sistema? ¿Qué lugar le corresponderá a la humanidad en un mundo donde reine la AI? Llevamos cientos de años viviendo en un sistema rutinario, en el que trabajamos principalmente para poder subsistir. Hoy nos enfrentamos a una crisis existencial, la desatada por la disrupción tecnológica, pero no solo en el mercado de trabajo, ya que la Inteligencia Artificial va a ser un factor importante a la hora de definir el futuro de la evolución de la vida y tal como sostiene Eliezer Yudkowsky, creo que uno de los mayores peligros de la Inteligencia Artificial es que las personas concluyan demasiado pronto que la entienden[219], así como muchos que no se consideran analfabetos digitales por el simple hecho de saber subir una foto a una red social.
Esta es una oportunidad para preguntarnos qué importa más en nuestras vidas. Después de todo, la AI, al igual que el dinero, o Internet, no es más que una herramienta creada por humanos, después cada uno decide si la utiliza para el bien o para el mal, aunque estos sean conceptos relativos para cada persona. Debemos entender la oportunidad que este cambio de paradigma tecnológico nos da para reflexionar acerca de nosotros mismos y nuestra visión del mundo, poniendo sobre la mesa la discusión incluso de nuestro contrato social. ¿Qué forma tendrá ese nuevo contrato? Lógicamente el contrato social de Argentina puede ser distinto al de Estados Unidos, como este seguramente será distinto que el de China, lo importante es que lo ideemos entre todos. Hoy tenemos ante nosotros la oportunidad de re-imaginar un nuevo contrato y comenzar a plasmarlo en acciones reales. Lo más importante, para perder el miedo y concentrarnos en enderezar el barco, es que las soluciones a los problemas más apremiantes que enfrentamos ya existen, y están al alcance de la mano, solo que su implementación aún encuentra problemas de escalabilidad, y en algunos casos se necesitará una serie de cambios drásticos en nuestro entramado social y económico.
Si analizamos la historia desde una concepción materialista, como la de Marx, entenderíamos que los cambios sociales se ven influenciados por la lucha de clases y los modelos de producción que adopta la sociedad como base de su organización. Según la teoría marxista los seres humanos tenemos una serie de necesidades materiales que satisfacemos con nuestro trabajo a través de la transformación de la naturaleza y la base de la historia es por lo tanto la economía. En su infraestructura podemos distinguir entre sus fuerzas productivas, los medios de producción y las relaciones de producción. Estas últimas, históricamente giraron sobre quienes poseían los medios de producción y quienes solo poseían su fuerza de trabajo. Para esta escuela de pensamiento, cada formación histórica es concebida como responsable de crear las condiciones de una nueva que la sustituya debido a un constante conflicto de intereses entre explotadores y explotados. Ahora bien, de ¿qué revolución de los trabajadores vamos a hablar si deja de haber trabajadores en primer lugar? Mientras existan trabajos, o dependamos de ellos para nuestra subsistencia, la solución muy probablemente venga de la mano del capitalismo de las partes interesadas y no del capitalismo de los accionistas ni de las recetas comunistas.
Quizás la amenaza de un enemigo común puede ser un gran catalizador para unir fuerzas a escala global y para dejar de lado el egoísmo de los partidos políticos nacionales. En cierta forma, con avances y retrocesos, ya lo hicimos con la energía nuclear, y actualmente se siguen buscando consensos superiores para combatir de forma efectiva el cambio climático. La Inteligencia Artificial, más allá de sus innumerables beneficios, puede configurar una nueva amenaza. Efectivamente algunos conflictos son a veces inevitables, y en la medida que aceptemos que el avance de la tecnología no se puede detener, estamos aceptando los desafíos que están por venir. Todos los países necesitan una estrategia para sobrellevar de manera exitosa la era de la AI. Los primeros en avanzar y en conseguir resultados positivos, previa inversión, incentivos y políticas acordes, serán los que intentarán establecer las nuevas reglas de juego, incluidas las relacionadas a cuestiones éticas; por eso como sociedad, y país, debemos actuar ya mismo. Después de todo, debemos recordar que cuando hablamos sobre cómo regular la AI, qué cosas puede respondernos y cuáles no, en realidad la discusión de fondo es sobre cómo regular a la sociedad. No se quiere regular a la máquina, se busca regular al humano. Ojo, no pretendo ser una distracción al pedir que prestemos atención al advenimiento de la superinteligencia computacional. Es real que hay otras preocupaciones que controlan la agenda actual y no las considero menos importantes, como la atención a nuestros adultos mayores, la educación y nutrición de nuestros infantes, la salud, la seguridad y muchas cosas más. Así y todo deberíamos ir preguntándonos cómo vamos a organizarnos como sociedad cuando las necesidades de trabajo humano hayan disminuido o cómo lograremos una mejor educación continua que sea asequible para todas las personas sin importar su locación geográfica, especialmente considerando que clamamos ser un país federal, aunque la resolución de los problemas luego se dicta siempre en una sola ciudad. La inversión en educación es fundamental para cualquier sociedad que desee desarrollarse, aprovechar sabiamente sus recursos y ser competitiva en el plano internacional, pero principalmente es crucial por el hecho que la educación nos abre la puerta a soluciones de problemas que muchas veces no sabemos que tenemos. Todas estas son preguntas válidas, aunque quizás deberíamos comenzar solucionando el problema del cambio climático si queremos tener un futuro en primer lugar.
Si sos madre o padre y crees esencial que tu hijo o hija aprenda a programar y a entender la robótica, como así también a desarrollar la curiosidad, su creatividad y el pensamiento crítico, reclámale a la escuela que le enseñen eso. Si lees esto siendo estudiante, pídele a tus profesores que te preparen para los trabajos del futuro que aún no existen. Si sos docente, asegúrate de subirte ya mismo al barco de la Inteligencia Artificial e impartir conocimientos actualizados a tu grupo de estudiantes. Esta es la mejor manera para preparar a la juventud para un futuro marcado por el rápido y constante avance de la tecnología y los cambios que esta produce. El tiempo para estudiar y teorizar se está acabando. Es hora de empezar a tomar decisiones y llevar el conocimiento adquirido a la práctica.
Las generaciones futuras deberán vivir las consecuencias de las decisiones que estamos tomando hoy en día. No hay dudas de que el mundo en que vivimos es complejo, pero eso no hace que nuestras acciones carezcan de valor. Organizados correctamente, tenemos el poder de cambiar el rumbo de gobiernos, empresas y del accionar individual en temáticas que nos atraviesan a todos, como reducir nuestro impacto en el ambiente, construir una sociedad más segura e igualitaria en términos de oportunidades para todas las personas, en donde la tolerancia y la libertad imperen por sobre todas las cosas. Ninguna minoría puede quedar por fuera. Solo si la sociedad se organiza, podrá hacer que las y los tomadores de decisiones nos escuchen y tomen las acciones pertinentes. Por suerte, la historia nos ha demostrado que estas grandes transformaciones son posibles, como cuando luego de la Segunda Guerra Mundial, a través de los acuerdos de Bretton Woods, se crearon el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Poco después de ello, se creó la Organización de las Naciones Unidas, y el Estado de bienestar comenzó a expandirse rápidamente por el mundo. Un abrir y cerrar de ojos más, y vimos el surgir de la Unión Europea, en la que muchos Estados-Nación se pusieron de acuerdo en renunciar a parte de su soberanía en pos de crear algo mejor. Los cambios que se necesitan son posibles de alcanzar por más grandes que sean. Puede que nos lleve más tiempo del pensado, puede que el impás sea difícil, pero nada es imposible. El cambio llegará. No porque un grupo reducido de personas así lo quiera, sino porque será necesario para la gran mayoría. Las generaciones más jóvenes, hoy interconectadas, son las que impulsarán estas reformas en el mundo real.
La victoria de la ciencia es indiscutible. De nada sirve ya vincular la medicina y las cosechas de alimentos a la religión. La ciencia nos ofrece más y mejores alimentos, junto a una medicina especializada, que fue capaz de desarrollar la vacuna contra el covid-19 en tiempo récord, mientras que la vacuna contra el polio, que solía paralizar a niños y niñas, tardó 18 años en ser desarrollada. Hoy las religiones atraviesan un severo desafío para dar sustento y explicar los acontecimientos del mundo natural y material, ya que actualmente solo conectan nuestra fe con el más allá y con lo desconocido.
Como señalamos anteriormente, en el momento en que admitimos que el procesamiento de la información es la fuente de la inteligencia, por lo que algún sistema computacional apropiado podría ser su motor, debemos reconocer el dilema que ello conlleva. Porque si admitimos que mejoraremos estos sistemas de forma continua, tal como señalamos al comienzo del libro, y aceptamos que el horizonte de la cognición muy probablemente supera con creces lo que actualmente conocemos, entonces tenemos que admitir que estamos en el proceso de construir algún tipo de Dios. Ahora sería un buen momento para asegurarnos de que ese sea un buen Dios con quien convivir.
Lo bueno, y también lo malo, es que la AI que desarrollemos solo será tan buena como los datos y las instrucciones que le proveamos. El problema de la AI, no es que se vuelva en contra de nosotros, sino que haga exactamente lo que le pedimos que haga, sin ser nosotros lo suficientemente claros en los límites y variables que debe obedecer. Eso quiere decir que si la información con la que la alimentamos presenta algún error como sucedió en la crisis de los falsos misiles detectados por Estados Unidos en 1980, y luego por la Unión Soviética en 1983, la respuesta desastrosa que podría haber provisto un sistema de defensa autónomo podría haber derivado en una tragedia real. Lo mismo sucede si nuestros datos presentan algún sesgo sexista, racista, o el que sea, ya que la AI recogerá esos patrones y los explotará aún más, por lo que debemos elegir prioritariamente cómo queremos que sean los posibles resultados, para lo cual debemos contar con legislaciones modernas que regulen y corrijan los efectos negativos de estas tecnologías en pos de una sociedad más justa, entendiendo claro la diversidad que nos compone y enriquece de forma individual y colectiva.
Al pensar en nuevos métodos de redistribución de la riqueza, inmediatamente se menciona el Ingreso Básico Universal. La idea es relativamente sencilla de explicar y consiste en que cada ciudadano de un país reciba un estipendio por parte del estado. El mismo debe ser igual para todas las personas y no debería generarse ni imponerse obligaciones hacia quienes los reciban. No estamos hablando de un plan social, típico del Estado de Bienestar que hoy conocemos, o los seguros de desempleo, porque estos solo son asignados a determinados miembros de la población y no a la totalidad de la misma. De la forma en que se entiende, la distribución del IBU no implicaría para los receptores del mismo tener que capacitarse en algo, ni deberían asumir el compromiso de buscar un trabajo. Otra alternativa también muy conocida y que no mencioné anteriormente es la del Ingreso Mínimo Universal (IMU). Quienes apoyan esta alternativa manifiestan que en este caso solo se daría este estipendio a las personas que no obtengan ingresos mayores a un piso que debería ser determinado por los gobiernos. Algunos voceros del IMU insisten que este piso no podría situarse debajo de los US$10 mil anuales, sin embargo, no dejan en claro si debería ser igual para todos los países o no, y eso es una cuestión clave de resolver ya que si bien ese monto en algunos lugares puede parecer poco dinero, en otros países la gente con sumas similares vive bien. La premisa de los defensores por un IBU o IMU con montos relativamente bajos, es que de esta manera la clase trabajadora seguirá incentivada a buscar trabajos. Pero, ¿los habrá?
Otros, por el contrario, entienden que este ingreso debe hacer de cuenta como un reemplazo del ingreso perdido por los trabajadores, quienes deberían olvidarse de intentar conseguir un empleo nuevo, y pasar a formar parte de una sociedad hedonista, donde lo único importante sea el aquí y el ahora, para que puedan perseguir sus pasiones en la vida, lo cual implica un enorme cambio cultural.
La idea del IBU es intensamente discutida por los millonarios de Silicon Valley, es decir aquellas personas que están ayudando a acelerar y a acercarnos al problema en primer lugar. Son conscientes de ello y saben que si las cosas se salen de control por su culpa, la gente podrá revelarse contra ellos al igual que pueden hacerlo contra un gobierno. Si bien estoy a favor de garantizar que cada persona pueda suplir sus necesidades básicas, también tengo mis dudas, al igual que Yuval Noah Harari plantea en sus libros, sobre si el IBU puede realmente ser la cura a todos nuestros problemas o si en realidad aceptar su premisa no sería echar a perder una oportunidad única para hacer algo mejor por la humanidad. Como plantea Harari, la AI no solo va a crear una sociedad dramáticamente desigual, también va a generar una sociedad insostenible e inestable si no se crean las redes de contención suficientes, y por eso son los ricos, en vez de los gobiernos, los que parecen estar más preocupados en encontrar una solución temprana a este potencial problema. ¿De dónde van a sacar los gobiernos el dinero para sostener estas políticas redistributivas en un mundo con tasas de desempleo nunca antes vistas? La respuesta sencilla, según el glosario de recetas, es ir por el dinero de los ganadores de la revolución de la AI a través de nuevos impuestos. Esta matemática, como vimos, no nos cierra.
Consultemos a Friedman una vez más. El libre mercado en teoría debería autocorregirse, así como un cuento de hadas del que nada se escapa. Lamentablemente, estas fuerzas correctivas poco pueden lograr en una economía extractivista y consumista guiada ahora por el avance de la Inteligencia Artificial. Es probable que dentro de unos años si quieres tener empleo nuevo debas competir con una máquina y muchísimas personas más intentando acceder a esa posición. ¿Ganará el que cobre menos y trabaje más? Eso no sería meritocracia, sería explotación y atentaría contra los derechos del trabajador. El problema no es que la torta, o el tamaño de la economía, sea más grande, sino que su distribución se vea fuertemente centralizada de una forma altamente inequitativa. Incluso aquellos trabajadores que no sean reemplazados rápidamente se comenzarán a ver afectados por la automatización. Alcanza con que otra empresa del rubro implemente este tipo de tecnología con el fin de reducir sus costos y volverse más eficiente, sabiendo que eso incrementará su poder a la hora de competir en el mercado. Esto va a reducir la capacidad de negociación de nuestro trabajador remanente que, de todas formas, es muy probable que termine siendo desplazado en algún momento. No hay dudas de que vamos a ver una gran masa poblacional compitiendo por empleos cada vez más escasos, con menos paga y menos derechos.
Si bien en varios apartados del libro señalé que tenemos una oportunidad de reinventarnos como humanidad, no quiero caer en el cliché de tantos autores actuales que terminan llamando a formar un mundo con más amor. El amor y las necesidades alimenticias o materiales no tienen más correlación que la que podrían tener la religión y una buena cosecha de trigo este año. ¿Cómo olvidarnos de aquella famosa frase inmortalizada por Juan Carlos Pugliese, cuando en su carácter de ministro de Economía, en el medio de la hiperinflación argentina de 1989, fue a dialogar con distintos actores del mercado? Tras su reunión, pasó a la historia tras anunciar que el “les habló con el corazón, y le respondieron con el bolsillo”. Sin embargo, “AI” en chino significa “amor”. Sí, AI o 爱, en chino se traduce como amor. Quizás después de todo, el amor, es decir la Inteligencia Artificial, sí es la solución a todos nuestros problemas, pero sería un pecado predicar el fin de la historia diciendo que en el largo plazo todo se resolverá debido a fuerzas naturales, eso es demasiado liberal y falto de imaginación. No. ¡No seamos meros espectadores de la historia de la AI, seamos sus autores! ¡Generemos una hoja de ruta!
¿Quién sos? Pensalo un segundo. ¿Cuál es tu respuesta cuando te presentás con alguien por primera vez? Es muy probable que luego de decir tu nombre y apellido indiques tu profesión. El trabajo se ha convertido en una parte más de nuestras rutinas, desde Argentina a Zimbabwue. Incluso están los que dicen que el trabajo no es solo un medio para saldar nuestras necesidades y deseos humanos a través del dinero, que intercambiamos por bienes y servicios, sino que nos da algo porqué vivir. Da sentido a nuestras vidas dicen algunos. Sin embargo, eso es algo nuevo. No fue siempre así. La antigua aristocracia, gozando de sus títulos nobiliarios, no es recordada por trabajar de sol a sol como los campesinos, sino que los recordamos por sus capacidades para leer y narrar poesía, discutir arte, filosofía y sistemas políticos aún inexistentes. Gozaban del más alto estatus social y nadie los tildó de vagos. Ni ayer, ni hoy. Tal como el profesor Nick Bostrom indicó a Andrés Oppenheimer en una entrevista, ya existe un sector social que no trabaja y todos aceptamos. Los estudiantes gozan de aprobación por gran parte de la sociedad y si bien no necesariamente trabajan, llevan vidas con propósito. Aunque no lo hayamos analizado en profundidad, históricamente, trabajar para vivir ha sido un indicador de que alguien pertenece a una clase social baja, mientras que aquellos con tiempo para llevar adelante actividades recreativas, sin estar forzados a trabajar, hacen a la clase alta, la clase aspiracional. Con la cultura correcta, una sociedad en la que el ser humano no trabaje para garantizar su subsistencia, no tiene por qué ser mala; pero por el contrario, con la cultura equivocada, una sociedad sin trabajadores podría ser un infierno.
A lo largo de este libro nos hemos planteado preguntas que ni Aristóteles, Locke, Kant y Mill fueron capaces de resolver de manera concreta. ¿Quiénes somos entonces para pensar que podemos resolverlas aquí? El escepticismo es y será nuestro peor enemigo. Bajar las manos y rendirse en vez de optar por una reflexión moral introspectiva no es la solución. Debemos dejar de ver a la Inteligencia Artificial como una tecnología de moda. No hablamos de la industria de la ropa. No estamos hablando de una nueva línea de hamburguesas de una cadena de comida rápida. Estamos hablando de una herramienta de diseño, exploración e investigación. La AI tiene que ser para nosotros, lo que el telescopio fue para Galileo, una herramienta que nos permita explorar más allá de nuestros límites, para así generar conocimiento nuevo que transformará nuestra visión del mundo.
Mientras la evolución de las especies es un proceso lento, el progreso material ocurre de una forma no lineal. ¿Qué pensaría una persona de 1750 que viajara al presente? ¿Cómo calificaría en su mente las cosas que ve? Para esta persona sería sinónimo de magia poder contar con un teléfono que capture imágenes y videos, que también sirva para comunicarse con cualquier persona del mundo en tiempo real y acceder a una cantidad de información que parece infinita. Ni hablar de que pensaría sobre la estación espacial internacional, internet, el colisionador de hadrones, TikTok, Pokémon Go, los memes, Tinder, el 11 de septiembre o el pelador de papas. La única otra comparación posible para un shock tan grande, sería si un nómade del 2000 AC, viajaría al 1750 para ver los avances de la revolución industrial, sus ciudades, imperios, barcos, carruajes, dinero, impuestos y libros. Las personas pensamos de forma lineal, no exponencial. Nuestra velocidad para leer libros y absorber contenido no puede ni intentar acercarse a la velocidad con la que puede hacerlo una AI, avanzando cada vez más rápido al siguiente nivel.
Una AI hoy puede identificar a un peatón en un escenario dado, pero no sabe qué es un peatón en sí. Sabe reconocerlo por su silueta, líneas, textura, temperatura, movimiento y otras cosas más, pero no sabe qué es un humano realmente. Es importante recordar esto ya que es muy fácil, darle de forma accidental a una AI el problema equivocado a resolver, y muchas veces no nos percataremos de ello hasta que sea demasiado tarde. Es importante entonces que las principales inteligencias artificiales que se desarrollen, compartan nuestros valores, para así reducir el riesgo de que se cometan actos que consideremos dañinos por una orden mal encargada. Será solo a través de la información que nosotros le demos, que la llevaremos a hacer algo que consideramos equivocado. Paradójico, cuanto mínimo. ¡Qué importante se vuelven las tres leyes para robots imaginadas por el escritor de ciencia ficción Isaac Asimov! En un pequeño cuento llamado “Círculo vicioso” Asimov estableció el siguiente conjunto de leyes, hoy aún ficcionales, que establecen que:
- Un robot no hará daño a un ser humano ni, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entren en conflicto con la primera ley.
- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.
Por todo esto es que debemos demandar estándares, responsabilidades claras, y transparencia en los sistemas de AI. No es por imponer burocracia, que a veces tan mal funciona, pero debemos reclamar regulaciones claras en este sentido. Está bien que seamos un poco escépticos en este sentido. Si el Estado Nación, en su transformación al Estado-Virtual, no actualiza sus instrumentos y brinda mejores resultados a su población, se podrá volver un actor irrelevante de cara a las nuevas tecnologías que desafíen su soberanía y la estabilidad de sus mercados internos como las criptomonedas.
No caigamos en la trampa de creer que como humanos somos irremplazables en una matriz productiva cada vez más equipada en materia tecnológica y orientada a la generación de conocimiento. ¿Sabemos acaso si la reducción de puestos laborales disponibles puede impactar en la tasa demográfica? En el pasado, cuando los autos reemplazaron a los caballos y cuando el arado manual fue reemplazado por tractores, la necesidad de caballos disminuyó, generando un colapso mundial en la población de equinos. Hacia 1915, Estados Unidos contaba con 26 millones de cabezas de caballo, mientras que en el 2020, la Food and Drug Administration (FDA) de dicho país, similar a nuestra Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) en Argentina, estimó que su población había descendido a 3,8 millones de cabezas. ¿Podría llegar a ocurrir algo similar con nosotros en la medida que la automatización nos arrebate la posibilidad de acceder a puestos de trabajo?
En el largo plazo es muy probable que consideremos que reemplazar humanos con robots en la fuerza laboral sea una de las cosas más éticas que podamos hacer. Es verdad que en el modelo de organización social actual, el trabajo es considerado que dignifica, pero quizás el progreso puede ser contemplado desde otras variables si cambiamos lo que entendemos como tal. Pensar en detener el progreso sería infantil, antinatural y poco ético, si entendemos a éste como la mejora o avance que experimenta una persona, o una cosa, hacia un estado superior.
Sin más, lo que aquí ofrezco es una nueva narrativa, porque considero que la necesitamos. Somos seres que contamos historias y construimos alrededor de ellas. Las narrativas nos permiten comunicar y transmitir una lectura que le da sentido a nuestras vidas dentro de un contexto determinado. Son las narrativas las responsables de mover a la sociedad hacia adelante en cualquier período histórico. Vivimos en tiempos de cambios sin precedentes, en donde en una década somos capaces de ver hechos que antes tardaban un siglo. Las pandemias y las grandes revoluciones, como la desatada por esa cosa abstracta que hemos decidido llamar Inteligencia Artificial, tienden a producir shocks y mostrarnos de forma exacerbada los problemas que hoy enfrentamos, como guerras, inequidad, rotura del tejido social, turbulencia política, interrupciones en la cadena logística de bienes de uso masivo, y mucho más. Así y todo, las pandemias y las grandes revoluciones a lo largo de la historia han tenido el poder de generar cambios radicales notables. Esta vez no tiene por qué ser la excepción. Una buena narrativa puede tener el poder de indicarnos qué nos espera y cómo debemos responder ante ello, aunque a diferencia de las historias, el desenlace final de una narrativa se mantiene abierto ya que va a depender de qué hacés vos y el resto de la sociedad al respecto. Solo a través de la narrativa, y los hechos que deriven de ella, podremos convencer a los demás de qué camino seguir. Hay que arriesgarse y saltar por encima del muro. Un barco en el puerto está bien seguro, pero fue hecho para navegar[220]. Ese es el espíritu aventurero de los seres humanos que nos ha permitido descubrir nuevos lugares, superar crisis, encontrar curas y llegar incluso a la Luna o enviar un robot a Marte.
Siendo este el primer libro que escribo, me parece que el cierre debe ser un tanto personal. Si bien ya te compartí algunas conclusiones, hay otras que dejaré que corran por tu propia cuenta y sinceramente espero que lo que aquí leíste te haya resultado de fácil comprensión y más que nada, útil, quizás invitándote a pensar en temas que no se te habían ocurrido con anterioridad.
Dicho eso, y para cerrar, todos sabemos que Charles Chaplin realizó magníficas actuaciones, y a mí personalmente, siempre me gustó su discurso al final de la película “El Gran Dictador”, ya que me parece sencillamente uno de los mensajes más fuertes de la historia humana. Casualmente, cambiándole muy pocas palabras, su discurso se presta como el final perfecto para este libro, así que si me permiten un poco más de su tiempo los invito a leer la siguiente adaptación de aquel rememorado discurso y que nos hagamos cargo de nuestra libertad, ya que nadie nos la concederá si no la buscamos nosotros mismos.
(…) Tenemos que ayudarnos unos a otros. Los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no celebrar la desgracia ajena. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay lugar para todos y la Tierra es rica, y puede proveer a todos.
El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero hemos perdido el rumbo. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio y ha empujado hacia la miseria y las matanzas.
Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros mismos. Hoy las máquinas, que crean abundancia, nos dejan en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha convertido en cínicos. Nuestra inteligencia, en seres duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco.
Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.
Sin estas cualidades, la vida será violenta y todo se echará a perder.
Los aviones, la radio e internet nos hacen sentirnos más cercanos los unos a los otros. La verdadera naturaleza de estos inventos exige y proclama la bondad humana, exigiendo así la hermandad universal que nos une a todos nosotros.
Ahora mismo mi voz puede estar llegando a millones de seres en todo el mundo, a millones de personas desesperadas, adultos, jóvenes y niños. Víctimas de un sistema que los encarcela a vivir realidades que no desean.
A los que puedan oírme, les digo: no desesperen. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de personas que temen seguir el camino del progreso humano.
El odio de las personas pasará. Los dictadores caerán. Y el poder que le quitaron al pueblo, le será devuelto al pueblo. Y así, mientras las personas mueran, la libertad no perecerá.
¡No nos rindamos ante los algoritmos mal utilizados de la Inteligencia Artificial! Quienes los emplean de mala forma nos desprecian, nos esclavizan, reglamentan nuestras vidas y nos dicen lo que tenemos que hacer, pensar y sentir.
No nos entreguemos a este sistema inhumano, de personas-máquinas, con cerebros y corazones de máquinas.
Nosotros no somos máquinas; no somos vacas. Somos personas. Llevamos el amor de la humanidad en nuestros corazones. No el odio. Solo los que no aman, odian. Los que no aman y los inhumanos.
¡No luchemos por la esclavitud, sino por la libertad, por una Inteligencia Artificial abierta y compartida!
Nosotros, el pueblo, tenemos el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad. Nosotros, el pueblo, tenemos el poder de hacer esta vida libre y hermosa. De convertirla en una aventura maravillosa.
En nombre de la democracia y el progreso, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble, que garantice a las personas la felicidad, a la juventud un futuro y a la vejez, seguridad.
Con la promesa de esas acciones, viejos y nuevos dictadores alcanzaron y alcanzarán el poder. Pero mienten. No han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores se liberan a sí mismos, pero no al resto. Esclavizan a su pueblo.
Por eso, luchemos ahora para hacer nosotros realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.
Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia y el progreso, nos conduzcan a todos a la felicidad.
La Inteligencia Artificial es nuestro nuevo proyecto Manhattan. No porque su poder sea destructivo, sino porque es una tecnología con semejante potencia que nos obliga a discutir su uso presente y futuro. La única diferencia, es que contrario a los otros grandes proyectos de la humanidad, este aún puede representar un guión escrito y acordado por muchas más manos. El liderazgo que estamos construyendo es distribuido y descentralizado. Eso significa que nuestros deseos, voces e ideas para un nuevo mundo no podrán ser acallados. Sacar de escena a una persona es fácil, a una idea no. Va a ser la función de nuestras vidas. Yo no me la perdería.
[219] Yudkowsky, E. (2008). Artificial Intelligence as a Positive and Negative Factor in Global Risk. Visto el 19 de marzo del 2023, en https://intelligence.org/files/AIPosNegFactor.pdf.
[220] Cuarteto de Nos (2019). Tiburones en el bosque [Canción]. En Jueves. Sony Music.